No perdamos nunca los sueños

Recuerdo el colegio donde pasé los últimos años de la llamada entonces Educación General Bàsica y, también, recuerdo al que por entonces fue y sigue siendo  el autor que más marcaría mi vida. El gran Miguel Delibes.santos_inocentes

Recuerdo el primer libro que los profesores me mandaron leer “Los santos inocentes” y que causó en mi corta existencia una profunda reflexión, impropia para una niña de trece años. Con el paso de los años he vuelto a leerlo y siempre me deja la sensación de que los que nada tienen, a nada les dejan aspirar. Si no es a estar bajo el yugo de los que lo tienen todo.

Con la muerte de este genial escritor vallisoletano, se fue una figura de la talla de Lorca o Cervantes. De la misma manera que con las medidas de austeridad tomadas a diestro y siniestro por los geniales poderosos(o no tanto) se va muriendo, poco a poco, la dignidad de los que por tener, es lo único que les queda. Dejando con ello el corazón desnudo, desahuciada  a la persona y el alma rota.

Así como escribía Delibes, en la austeridad de las tierras castellanas, con sus áridos paisajes y una vida discreta, callada y sencilla, así, pretenden los que no quieren que tengamos voz que vivamos, callados y discretos, sin molestar. Porque el ruido molesta y los desamparados del sistema si se unen  pueden hacer mucho ruido. Se hacen leyes para protegernos pero ¿protegernos de qué? Del sistema, de ese universo que sólo tiene derecho a gozar unos pocos, mientras otros muchos sufren en silencio. Siempre he pensado que el respeto nos hace más temido que el miedo y actualmente hay  pocos que sean dignos de tan “respetable” palabra.

El ser humano posee unos derechos inherentes desde que nace, el derecho a soñar, a imaginar y, al igual que las historias que narraba Miguel Delibes, que nos hacían viajar  con él a través de sus personajes, no perdamos  nunca los sueños, ni la imaginación  que teníamos en la niñez, pues esto es sólo y exclusivamente de cada uno y no habrá geniales poderosos que nos lo arrebate nunca. “

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